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jueves, 28 de julio de 2011

SALARIOS DIGNOS

A nadie se le podría ocurrir la idea de rechazar el concepto que conllevaba esta propuesta del Gobierno, de elevar los salarios hasta niveles que puedan cubrir el costo de la canasta familiar. Si hablamos de justicia social, equidad y redistribución de la riqueza, es lo menos que se esperaría lograr en materia de remuneraciones en nuestro país.
Hasta ahí todo tiene sentido y encaja perfectamente con lo que aspiraríamos los ecuatorianos: que cada trabajador pueda llevar una vida digna y a través de su esfuerzo y dedicación sea remunerado decentemente y pueda cubrir las necesidades (al menos las básicas) de su grupo familiar.
Pero el asunto es mucho más complejo. Las buenas intenciones no suelen ser suficientes
cuando nos adentramos en el complicado mundo empresarial, laboral y salarial. Existen algunas consideraciones que no pueden perderse de vista y que de no ser analizadas, pueden trastocar el propósito original de esta meta impuesta por el gobierno.



Son muy variados los métodos que utilizan las empresas para determinar las remuneraciones entre todos sus colaboradores. Aparecen criterios, como el perfil, el desempeño, la experiencia y los conocimientos que posee cada individuo, los cuales son combinados entre sí, para dar como resultado el valor del salario que le corresponderá a un empleado en particular.
Pero no sólo el propio mérito y calificaciones que detenta una persona, determinarán lo que le corresponde en materia de ingresos económicos. También entran en juego (y con una incidencia determinante) variables tales como: el mercado, la inflación, la propia situación económica de la empresa y su predisposición para ser más o menos competitiva en relación a su política salarial.
Aunque aún no se ha especificado el plazo para llegar a los niveles determinados para “los salarios dignos”, se prevé que este no debería ser extenso, ya que el efecto inflación
des actualizaría los valores antes mencionados y se produciría una espiral interminable en el objetivo de alcanzarlos.
A simple vista, la diferencia entre el salario mínimo actual y las propuestas que se están
evaluando, resultarían en un alto impacto económico para las empresas del país. La rentabilidad y utilidades se afectarían notablemente y para muchas compañías no sería viable continuar operando bajo estas condiciones, ya que en los últimos años la gran mayoría apenas ha logrado crecer, en el mejor de los escenarios, en rangos del 10 al 15% en cuanto a sus volúmenes de ventas y luchando por sostener sus niveles de rentabilidad que cada vez se reducen más.
Más aún, considerando que el impacto económico en realidad es mayor a lo que hemos señalado. Todo incremento salarial, conlleva un efecto multiplicador en cuanto a que afecta directamente al monto del décimo tercer sueldo, fondo de reserva y aporte patronal.
Existe una política muy generalizada entre las empresas de nuestro país que consiste en otorgar beneficios adicionales a sus trabajadores. Los más recurrentes suelen ser, seguro médico y de vida, transporte, alimentación, uniformes, tarjetas de descuento en compras en supermercados, préstamos en condiciones favorables, becas de estudio, subsidios, entre otros. Estos beneficios tienen un costo y deben ser considerados en el cálculo de la compensación total del empleado. Por lo tanto, aquella persona cuyo salario es de $240 (el mínimo actual), en realidad tiene un ingreso superior, si le agregamos los valores proporcionales de cada una de estas prestaciones.
Una probable alza de salarios, conllevaría la eliminación o recorte sustancial de estos beneficios, ya que sería la alternativa que le quedaría al sector empresarial, para aminorar costos.
Otro lado del problema sería la repercusión que originaría la elevación de los salarios mínimos, en las escalas remunerativas de cada compañía. Por ejemplo, en caso que el próximo año se fije en $300, cómo quedaría la situación de aquellos que actualmente ya perciben ese ingreso, que se supone son personas con un mejor perfil (debido a su experiencia y conocimientos) que aquellos que ganan el mínimo? Seguramente reaccionarían y exigirían su correspondiente incremento, ya que no se sentirían cómodos estando en el mismo nivel, de los trabajadores considerados más básicos. Y así sucesivamente, en todos los niveles de la organización.
Cómo se manejaría la actualización futura de estos salarios una vez que ya hayan alcanzado la cifra determinada? Es decir, se volverían a seguir revisando en función de la inflación? O entrarían criterios tales como productividad de la empresa y desempeño del individuo? Que es lo más usual y se ha convertido en una práctica común en muchas de las empresas más exitosas del Ecuador.
Porque en realidad, para que los salarios mejoren, se debe invertir en la calidad de la educación que reciben las personas. Una muestra de aquello, es la permanente inversión que realizan las empresas, buscando que sus colaboradores siempre estén actualizados y de esa forma puedan ejecutar sus tareas con mayor eficiencia. Si una persona cuenta con las herramientas necesarias (educación de alto nivel), lo más probable es que pueda aspirar a una remuneración “digna”, incluso en mercados como el ecuatoriano que van de crisis en crisis.
El círculo virtuoso funciona de la siguiente manera: personas mejor preparadas, aportan con creatividad, soluciones y las organizaciones para las cuales trabajan se ven beneficiadas con mejores resultados, que les permiten incrementar sus ganancias y poder mejorar de forma sostenida el nivel de ingresos de sus colaboradores, porque no se podrían permitir el lujo de que personas con gran capacidad y potencial, se desmotiven o lo que es peor se vayan a la competencia.
Los empresarios, que son visionarios, comprenden que la única fórmula para crecer y desarrollarse, es invirtiendo en su gente (vía buenos salarios, capacitación y beneficios), quienes en reciprocidad, ofrecerán un retorno de esta inversión como ya lo hemos señalado. Pero dadas las condiciones actuales, forzar un incremento de esta magnitud, ocasionaría mayor desempleo, una espiral inflacionaria o que muchas empresas corran el riesgo de entrar en períodos de crisis profundas. Situación que no es desconocida para los empresarios ecuatorianos y que gracias a su tesón, han podido superar todos estos problemas a lo largo del tiempo.

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